Todos Somos Herejes

Pocos católicos cuestionan que estamos sufriendo el periodo más oscuro de nuestra historia desde los tiempos del Arrianismo, cuando la negación de una sola verdad de la fe, la consustancialidad del Padre y el Hijo, estuvo a punto de derribar la jerarquía humana de la Iglesia. Allá por el año 335, Arrio había conseguido ganar para su causa a casi todos los obispos (la mayoría por miedo y respeto humano, más que convicción). Pero, guiado por San Atanasio y San Nicolás, el pueblo laico mantuvo la fe, y protestó las ideas heréticas desde los bancos de las parroquias, a veces a gritos, a veces con violencia. El Concilio de Nicea declaró dogmáticamente que el Hijo era co-eterno y consustancial con el Padre, Arrio fue excomulgado y exiliado, y la masa de obispos rebeldes se desvaneció de la noche a la mañana, como si nunca hubiera existido.

Siguiendo aquel patrón, los análisis de la situación actual se centran en denunciar a nuestra jerarquía eclesiástica como responsable de todas nuestras desgracias. Nosotros, las pobres ovejas, estaríamos siendo descarriadas por lobos con piel de cordero. 

Muchos cargan contra nuestros obispos, tecleando con dedos ágiles en sus móviles, lanzando mensajes incendiarios en Twitter y Facebook, cargados de justa furia y "santa" indignación.
 
Nadie que tenga oídos para oír y ojos para ver puede dudar de que la mayoría de esas críticas están justificadas. Pero tampoco hay duda de que el esfuerzo está dando pocos frutos, porque la situación no deja de empeorar.
 
Así llevamos más de 100 años. El Arrianismo no tuvo una vida tan larga. Arrio nació en el año 250, el Primer Concilio de Nicea lo condenó en el 325, el Primer Sínodo de Tiro lo rehabilitó en el 335 y el Primer Concilio de Constantinopla volvió a excomulgarlo, ya definitivamente, en el 381. Aunque sus ideas seguían contaminando las mentes de algunos reyes cristianos, la jerarquía de la Iglesia no volvería a caer en aquel error. La Gran Herejía fue purgada en menos de 50 años, en una época en la que viajar de un extremo a otro del Imperio suponía una empresa de varios meses.

Es imprescindible que hagamos examen de conciencia. Nuestras oraciones no están siendo escuchadas, y debemos preguntarnos por qué.
"Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo."
(Juan 14:13)
En una iglesia de Palencia, España, se escribió hace unos años esta admonición:

No digas "Padre", si cada día no te portas como hijo.
No digas "nuestro", si vives aislado en tu egoísmo.
No digas "que estás en los cielos", si sólo piensas en cosas terrenas.
No digas "santificado sea tu nombre", si no lo honras.
No digas "venga a nosotros tu Reino", si lo confundes con el éxito material.
No digas "hágase tu voluntad", si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas "el pan nuestro dánosle hoy", si no te preocupas por la gente con hambre.
No digas "perdona nuestras ofensas", si guardas rencor a tu hermano.
No digas "no nos dejes caer en la tentación", si tienes intención de seguir pecando.
No digas "líbranos del mal", si no tomas partido contra el mal.
No digas "amén", si no has tomado en serio las palabras de esta oración.

Siempre hemos sabido que la eficacia de la oración no es incondicional, pues depende de nuestra perseverancia, esperanza, y de la intensidad de nuestra fe. San Antonio María Claret nos dejó estas reveladoras palabras en su Catecismo para niños:
«Cuando la ira del Señor aún no ha llegado a su colmo, permite que las naciones se armen unas contra otras, que queden estériles los campos, que el hambre, la desolación y la muerte ejerzan su dominio sobre la tierra; pero cuando su justa indignación llega al exceso, envía el último y más atroz de sus castigos, permitiendo que ministros infieles, sacerdotes manchados, pastores escandalosos se coloquen entre los hombres. Entonces se verifica que las abominaciones del pueblo son causa de los malos sacerdotes, y los malos sacerdotes son el mayor castigo con que Dios aflige a un pueblo.»[1]
"Se verifica que las abominaciones del pueblo son causa de los malos sacerdotes."

Los malos sacerdotes no son la causa, sino la consecuencia. La causa somos nosotros.

No puede haber malos sacerdotes si Dios no lo permite. Si la Iglesia está plagada de ellos, hasta los lugares más elevados de su jerarquía, debemos reconocer que nuestros crímenes deben ser espantosos para merecer un castigo tan abominable.
"¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano."
(Mateo 7:5)
Esta posibilidad abre una ventana a un paisaje terrorífico, una desolación de niebla y oscuridad. ¡Qué estamos haciendo mal, Dios mío! ¡Dónde está nuestro error! Pero no podemos dejarnos llevar por la desesperación, pues caeríamos enteramente en las manos de Satanás. Debemos reflexionar, pidiéndole al Espíritu Santo que ilumine nuestras mentes y abra nuestros corazones a la verdad, con perseverancia y humildad.

Vayamos paso a paso.

Los Errores de Rusia

Cualquier análisis de nuestro tiempo de Apostasía debe comenzar con las palabras de Nuestra Señora, en su aparición a los tres niños videntes de Fátima el 13 de julio de 1917:
«Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.»
Imaginemos que ésta es la primera vez que leemos el mensaje. Estudiemos las palabras con nuevos ojos. La Virgen María no dirige su atención contra el Santo Padre, sino contra los errores de Rusia. El Vicario de Cristo, más bien al contrario, se nos presenta como víctima, no verdugo.

Pero sabemos que la Iglesia ya estaba infiltrada en 1917 por fuerzas modernistas, como denunciaron León XIII, San Pío X y muchos otros Papas, antes y después de las Apariciones de Fátima.

Hemos supuesto durante todo este tiempo que el ataque de la Virgen María contra la jerarquía de la Iglesia está contenido en el Tercer Secreto de Fátima. Esto encaja en nuestra teoría de que ellos son los responsables de todas nuestras desgracias.

Pero hoy estamos intentando reevaluar esa teoría, y queremos comprobar si hay razones para creer que la responsabilidad pueda recaer sobre nuestros hombros. Por lo tanto, vamos a suponer que el Tercer Secreto de Fátima no acusa directamente a la jerarquía. [2] Aceptaremos, por el momento, la explicación que el Vaticano, a través del Cardenal Ángelo Sodano, nos dio en el año 2000, según la cual, el secreto anunciaba el intento de asesinato de San Juan Pablo II.

Debemos entonces reconocer que el núcleo del mensaje y el origen del problema está en "los errores de Rusia."

Ha habido unanimidad, desde el primer día, sobre la interpretación de las palabras de la Virgen María: estaba refiriéndose, sin duda, al Comunismo.

Pero analicemos el asunto con calma.

Los errores de Rusia iban a causar guerras y persecuciones de la Iglesia y se iban a esparcir por todo el mundo. Es innegable que el comunismo es uno de los errores que Rusia exportó con consecuencias catastróficas, pero oculto bajo ese manto visible, quizá Rusia esparció otro error, más sutil, y mucho más pernicioso. Después de todo, la Virgen María habló de errores, en plural.

Y lo cierto es que el Comunismo, como sistema político, no se esparció por el mundo, a pesar de los esfuerzos de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Exceptuando el Boque Soviético, China y un puñado de países tercermundistas, el Comunismo fue detenido y vencido por el Capitalismo. Tanto entonces como hoy, el número de países gobernados por este sistema político es muy pequeño. Hoy en día, los partidos comunistas suelen ser débiles y marginales en casi todo el mundo.

Pero sí hubo una guerra pocos años después del mensaje de Fátima; el conflicto armado más terrorífico de la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial no fue promovida por el Comunismo, sino por el Nazismo. La ideología Nazi tampoco fue esparcida por el mundo por Rusia.

Hitler creía que la raza aria era superior y tenía el imperativo moral de gobernar el mundo; inició un programa eugenésico para eliminar a los enfermos mentales y discapacitados; persiguió a los judíos, a los que internó en campos de concentración y trabajos forzados; el doctor Mengele hizo experimentos con miles de extranjeros y minusválidos para estudiar el cuerpo y la mente humana, con el objetivo de salvar las vidas que realmente importaban, las de los soldados y pilotos alemanes.

Lenin y Stalin iniciaron programas casi idénticos. La URSS tenía más campos de concentración, antes, durante y después de la guerra, que la Alemania Nazi; Stalin utilizó la persecución de los judios como excusa para eliminar a todos sus rivales en progresivas olas de ejecuciones, que no se detuvieron hasta que murió en marzo de 1953, mientras se ejecutaban sus órdenes de encarcelar y ejecutar a cientos de intelectuales judíos, a los que acusó de participar en el "Complot de los Médicos."

Con permiso de Stanley Payne, la Alemania Nazi y la URSS no tenían en común su sistema político, pero fueron casi idénticas en su visión de la Biología, la Antropología y la Sociología.

Porque lo que tenían en común era una visión del mundo derivada de la Teoría de la Evolución.

Y fue la idea del Espacio Vital Alemán la que promovió la Segunda Guerra Mundial, la necesidad de extender las fronteras alemanas de manera que la raza aria pudiera crecer y multiplicarse para prosperar sobre la tierra. La teoría del Liebensraum fue desarrollada por Friedrich Ratzel (1844-1904), que comparó la evolución del Estado nacional con la de un organismo vivo. La idea del espacio vital era una extensión lógica de la teoría de la evolución.

La Alemania de 1904-1907 llevó a cabo el primer genocidio documentado de la historia en la actual Namibia. El Informe Whitaker reconoció en 1985 que Alemania había intentado exterminar a los pueblos herero y namaqua de sus colonias de África del Sudoeste. La clase intelectual alemana de principios del siglo XX, que décadas más tarde estaría mayoritariamente a favor de Hitler, consideraba el genocidio de estas personas como una limpieza de eslabones perdidos de la evolución humana.

Pregunta: Estas tres personas nacieron cristianas, pero se volvieron violentos ateos anticlericales después de leer El Origen de las Especies. ¿Quién de los tres fue seminarista?


Respuesta: Stalin. Y de los tres, fue el que persiguió a la Iglesia con mayor fervor.

Yaroslavsky apunta que mientras Stalin era todavía estudiante eclesiástico "empezó a leer a Darwin y se volvió ateo." Stalin se convirtió en un "ávido darwinista, abandonó la fe en Dios y comenzó a decir a sus compañeros seminaristas que la gente había descendido de los monos, no de Adán." Convertido en Secretario General de la URSS, Stalin concebía al Partido Comunista como un organismo vivo; la misma visión que Hitler tenía del pueblo alemán.

En su libro Darwin: Retrato de un Genio, el historiador Paul Johnson escribe:
"Stalin tenía en mente la «lucha» y la «supervivencia del más fuerte» de Darwin en su trato con los Kulaks y cuando desplazaba a las minorías de la Gran Rusia: el exterminio de grupos étnicos era un hecho necesario si el partido, redefinido como «el fuerte» a nivel político, había de sobrevivir."
Nuestra Señora dijo que los errores de Rusia se esparcirían por el mundo; y bien que lo hicieron.

La Revolución China estalló en 1945. Los comunistas iniciaron su asalto en las provincias del norte y en 1949 ya habían tomado el control de todo el país. Cuando encontraban misioneros católicos, a veces los mataban, pero otras veces intentaban ganarlos para su causa, con técnicas de adoctrinamiento, intimidación y amenazas. El Obispo Cuthbert O'Gara era Ordinario de la Diócesis de Yualing durante la "revolución cultural." En 1951 fue arrastrado delante del altar de su catedral, desnudado y encerrado en una celda de aislamiento, donde fue torturado. Después de veinte meses de sufrimiento, en los que perdió la capacidad de caminar, fue liberado y exiliado. El Obispo escribió su traumática experiencia en un pequeño libreto, La Rendición al Secularismo:
"Ahora, pregunto, ¿cuál era la primera lección que recibían los adoctrinados? Uno podría suponer que sería alguna perla de sabiduría de Marx, Lenin o Stalin. Sin embargo, ese no era el caso. La primera lección, la fundamental, era que el hombre descendía del mono: ¡el darwinismo! El darwinismo niega a Dios, el alma humana y la otra vida. Este vacío luego es ocupado por el comunismo como el principio y la razón de la esclavitud intelectual que ha creado."
El comunismo fracasó en su intento de crear una comunidad internacional socialista, pero no hay duda de que la evolución se ha esparcido como una pandemia, y no queda un solo país que no le profese su devoción.

¿Qué tienen en común Hitler y Stalin, Hillary Clinton y Donald Trump, los católicos modernistas y los católicos tradicionales, usted y yo?

Todos creemos en la teoría de la evolución.

Y si resultase que esta teoría fuera incompatible con el Cristianismo, tendríamos un grave problema. Porque en ese caso, la evolución sería una religión opuesta al Cristianismo, y Dios tendría muy buenas razones para mandarnos los peores castigos imaginables.

Como, por ejemplo, una plaga de malos sacerdotes sin precedentes.

Además, Dios tendría serios motivos para ignorar las oraciones de Sus ovejas descarriadas mientras no abandonasen su idolatría a la falsa religión. Y si esta corrección no se produjese:
"Unos pocos días antes del diluvio, la gente seguía comiendo y bebiendo, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca. No se dieron cuenta de nada hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Lo mismo sucederá con la venida del Hijo del Hombre."
(Mateo 24:39)
Es destacable que Jesús conecte el diluvio con Su segunda venida. Porque, yo me pregunto, ¿el diluvio y la teoría de la evolución son compatibles? ¿O acaso Jesucristo estaba siendo simbólico y literal, al mismo tiempo, en la misma frase?

¿Ciencia o Religión?

Hay tres tipos de ciencias: las exactas, las experimentales y las históricas.

Las Matemáticas, la Física Teórica y la Computación son ciencias exactas. Producen conocimiento a partir de modelos teóricos, que luego son utilizados por las ciencias experimentales.

La Medicina, la Química y la Electrónica son ciencias experimentales. Producen conocimiento siguiendo el método científico: observación > deducción > experimentación > hipótesis > teoría. Las ciencias experimentales conducen al avance tecnológico: aviones, submarinos, estaciones espaciales y teléfonos móviles. La reverencia de nuestro tiempo hacia la Ciencia como una verdad incuestionable es el resultado de estos logros palpables. Desgraciadamente, la gente ignora que las ciencias experimentales tienen muy poca relación con el siguiente grupo de "ciencias."

La Geología, la Astronomía y la Biología Evolutiva son ciencias históricas. Sus "modelos teóricos" son presuposiciones, y no pueden hacer experimentos porque nadie ha sido capaz de construir una máquina del tiempo ni una nave para viajar por el hiperespacio. No es posible observar el pasado, hacer experimentos sin estar allí y elaborar hipótesis en base a resultados inexistentes.

Lo que equivale a decir que las "ciencias históricas" no son ciencias. Los propios científicos lo reconocen, porque sus presuposiciones son indemostrables e infalsificables. Nos lo explica el Dr. James Gunn, profesor de Astronomía en Princeton y cofundador del Sloan Digital Sky Survey:
"La cosmología puede parecer una ciencia, pero no lo es. Un principio básico de la ciencia es la realización de experimentos repetibles, y esto no se puede hacer en cosmología."[3]
Igual que los cosmólogos no pueden viajar al centro de la galaxia para probar que Sagitario A* es un agujero negro, tampoco podemos viajar al pasado para probar que los primates evolucionaron en seres humanos. Creer en estas teorías históricas, indemostrables e infalsificables, es un acto de fe.

Los científicos modernos, que usan un lenguaje que nadie entiende, que silencian cualquier oposición a su autoridad, que ignoran cualquier nueva teoría que no encaje con la doctrina establecida, hace mucho tiempo que no son científicos; se han convertido en gurús.

Creer en la teoría de la evolución porque el 99% de los científicos afirma que es verdad, es como creer en Alá porque el 99% de los clérigos mahometanos afirma que existe.

Recordemos que el científico que cura el cáncer, diseña barcos y desarrolla Internet no es el mismo tipo que presupone la edad de las rocas, presupone algo llamado materia oscura, o presupone que todos los animales tienen un ancestro común, basándose en que hay perros peludos que dan a luz a perros peludos. El primer y el segundo científico no están trabajando en las mismas cosas, no utilizan las mismas herramientas, y no están sometidos a la misma exigencia. Si el cáncer del paciente se multiplica, el barco se hunde, o se corta la conexión a Internet, el primer científico tiene un grave problema. Si la edad de las rocas es otra, la materia oscura no existe, o la evolución es mentira... al segundo científico le da exactamente igual, porque sus teorías, sus fantasías intelectuales sin fundamento, no afectan a nadie. Lo único que hacen es cambiar la forma en la que vemos el mundo.

Y he aquí su verdadero propósito: las ciencias históricas son ideología disfrazada.

La ciencia, cuando se fundamenta sobre principios cristianos, es una herramienta maravillosa para comprender el mundo natural. Porque el científico cristiano tiene una poderosa motivación para ser preciso y cuidadoso con sus suposiciones: no mentir para no ir al Infierno. Por eso la ciencia es un fenómeno exclusivamente cristiano. Pero el científico ateo descubre rápidamente que mentir es muy rentable: puede publicar más y más rápido, sin preocuparse de las mediciones, confirmar lo que piensan sus colegas, aumentar su prestigio y ganar un montón de dinero. Todo son ventajas.

Por eso los gurús que gobiernan las sociedades científicas históricas hace ya mucho tiempo que dejaron de ser científicos.

Son adoradores de una religión de la muerte, y no toleran disensiones. Cualquier iniciado que se atreve a poner en duda sus preceptos es destruido sin contemplaciones. Sólo por poner un ejemplo, Peter Ridd era profesor de Geofísica en la James Cook University en Australia. Ridd reveló que el 50% de los trabajos sobre cambio climático publicados por su universidad eran imposibles de replicar por otros científicos (porque eran evidentemente falsos). La JCU, que es una institución pública, lo despidió y lo llevó a juicio por revelar "información confidencial." Su historia parece escrita por un aficionado de la novela 1984 de George Orwell.

La religión de la muerte fue fundada por dos profetas: Charles Lyell, padre de la geología moderna, y Charles Darwin, padre de la biología evolutiva.

Aunque dedicaré futuros ensayos independientes para discutir la teoría de la evolución en detalle, a continuación describiré su origen y cómo consiguió dominar el mundo académico.

Su historia es similar al triunfo de los bolcheviques de la Revolución de Octubre de 1917 que fue el germen de la Unión Soviética: mentiras, intimidación y propaganda luchando contra un apático muro de confusión y silencio.

Veremos un patrón que se repite: alguien hace una presuposición, avisando de que se debe aceptar con cautela porque no hay datos que la soporten; todo el mundo reacciona con entusiasmo, dando la presuposición por cierta; alguien hace una segunda presuposición basada en la primera, avisando de que se debe aceptar con cautela; y así sucesivamente. [4]

El Nacimiento de la Tragedia

Las ciencias históricas, y particularmente la evolución, se basan en tres presuposiciones fundamentales: uniformismo, naturalismo y generación espontánea.

Uniformismo

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René Descartes, equipado para que Dios le moleste lo menos posible.

La piedra angular de la ciencia moderna, la primera presuposición, la realizó Descartes (1596-1650), amigo y probablemente miembro de la organización ocultista Orden de la Rosacruz, precursor de la masonería. Su biógrafo, Adrian Baillet, narra que cuando René tenía 23 años y aún no había decidido qué hacer con su vida, tuvo tres visiones. En la primera de ellas, en mitad de una violenta tormenta, el "Espíritu de la Verdad" descendió para poseerlo y le encomendó que escribiera acerca de una nueva forma de organizar el conocimiento. Años más tarde, en el Discurso del Método, Parte V (1637), escribió:
"Pero es cierto, y ésta es una opinión aceptada de común por los teólogos, que la acción por la que Él ahora preserva [el mundo] es la misma por la que Él lo creó al principio."
Esta presuposición se llama uniformismo.

Según este principio, los mismos procesos naturales que actúan en las observaciones actuales han operado siempre en el pasado y se aplican en todo el universo. Esto es, los mismos procesos que observamos hoy pueden explicar el origen del mundo y su transición hasta el presente.

Aristóteles decía que un pequeño error inicial se convierte en un error monstruoso más tarde. Esto es fácil de visualizar. Imaginemos que emitimos un haz de luz hacia el Sol. Si rotamos la fuente emisora solo 1 grado, el rayo se desviará de su objetivo más de dos millones de kilómetros.

El sentido común también nos permite demostrar que el uniformismo es una presuposición falsa. Imaginemos un científico que quiere estudiar la tasa de acumulación de nieve. Para tener un suministro uniforme de datos, sube al pico de una montaña. Después de diez años, observa que la nieve se acumula a una tasa media de 0,0028 metros por año. Como nuestro amigo cree que las leyes naturales son uniformes en el tiempo y el espacio, concluye que la nieve se acumula a la misma velocidad a lo largo y ancho del universo, desde su origen hasta el presente. Terminada su investigación, el científico vuelve a su casa en coche. Aparca en la acera y duerme toda la noche. Al despertar, descubre que su casa está rodeada por una capa de dos metros de nieve. Se asoma por la ventana y no es capaz de ver su coche, que ha quedado totalmente sumergido. El científico llega a la única conclusión lógica: ¡durante la noche ha viajado 700 años hacia el futuro!

"¡Agujeros de gusano confirmados!"

Algo me dice que el Espíritu de la Verdad de Descartes debía de tener un aspecto similar a éste:

"Venga, René, coge la pluma, que yo te dicto."

Blaise Pascal (1623-1662) era un pensador tan dotado como Descartes, pero a diferencia de aquél, no tenía encuentros con espíritus, poseía verdadera piedad cristiana, y pudo ver las terribles consecuencias de la arrogante negación de Descartes sobre la enseñanza tradicional de la Iglesia acerca de la creación del mundo, a favor de una explicación naturalista de los orígenes. Pascal escribió en Pensees:
"No puedo perdonar a Descartes; en toda su filosofía ha hecho todo lo posible para deshacerse de Dios. Pero no ha podido evitar hacer que Él pusiera el mundo en movimiento con un chasquido de Su pulgar; después ya no ha encontrado a Dios de mayor utilidad."
Pascal y su cara de buena persona.

El "dios" de Descartes tiene un parecido asombroso con el "dios" del Big Bang, que creó una fuerza de campo unificado, un puñado de hidrógeno, helio y litio, chasqueó los dedos y luego dejó que todo siguiera su curso natural.

Pero Pascal no fue el único que vio de antemano los efectos del Uniformismo. Ya fuimos avisados por San Pedro, primer Santo Padre de la Iglesia:
"Sabed ante todo que en los últimos días vendrán hombres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pasiones, que dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la creación.»"
(2 Pedro 3:3,5)
San Pedro avisaba que, al final de los tiempos, llegarían hombres que creerían que todo había sido igual desde el principio de la creación; esto es, que las mismas leyes naturales que operaban en el presente habían estado en funcionamiento desde el primer día del Génesis. San Pedro denunciaba, con 16 siglos de adelanto, el Uniformismo. Veamos qué dijo Santo Tomás de Aquino al respecto:
"Porque la perfección del universo, en cuanto a la terminación de sus partes, corresponde al sexto día; pero la perfección en cuanto a su operación, al séptimo."[5]
En otras palabras, la creación del mundo no obedeció a las leyes naturales, que sólo comenzaron a operar el séptimo día. Todos los Apóstoles, Padres, Doctores, Concilios y Papas entendían que Dios había revelado a Moisés que el amanecer del séptimo día de la creación marcaba una barrera infranqueable entre la teología y las ciencias naturales.

¿Alguien puede extrañarse?

¿Qué ley natural operó en la multiplicación del vino, del pan y de los peces? ¿Qué ley natural operó en las sanaciones de enfermos, los exorcismos y la resurrección de Lázaro? ¿Qué ley natural opera en la transustanciación, de la que somos testigos fieles cada día, en miles de parroquias del mundo?

Por este motivo, los creacionistas evangélicos cometen una doble herejía: la de su protestantismo, y la de intentar aplicar las leyes naturales del presente a los seis días del Génesis, como si Dios estuviera constreñido por los límites de su propia creación. ¡Qué blasfemia! Estos pobres científicos, a menudo aquejados por serias lagunas epistemológicas, malgastan sus vidas intentando resolver enigmas espúreos porque han decidido ignorar la tradición apostólica. Negar la verdad completa de la fe no sale gratis.

San Pedro nos advirtió de que, en los últimos días, los hombres pondrían en duda el Génesis. Creo que ninguna interpretación del Apocalipsis de San Juan indica mejor que las palabras de San Pedro que nos encontramos cerca del Juicio Final. Acertó tan de pleno en su profecía, que casi parece que se quedó corto. Porque en nuestros días no se pone en duda el Génesis: ¿acaso queda alguien que se lo crea?

Quizá esto nos permita entender las palabras de Nuestro Señor:
"…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"
(Lucas 18:8)
Aunque Descartes propuso la idea, el término uniformismo fue acuñado por James Hutton (1726-1797) y desarrollado por Charles Lyell en sus Principios de Geología (1830):
  • Uniformidad de ley: las leyes naturales son las mismas hoy que en el pasado.
  • Uniformidad de procesos: los procesos tienen las mismas causas hoy que en el pasado.
  • Uniformidad de tasa: los cambios ocurren a la misma velocidad hoy que en el pasado.
  • Uniformidad de estado: la tierra es igual hoy que en el pasado.
Tanto Hutton como Lyell defendían que la tierra había existido siempre, y que no había un final a la vista. Lyell intentó medir la tasa de deposición de sedimentos usando un recipiente de agua. Observó que cada estrato se formaba sobre el anterior y llegó a la conclusión de que la estratificación sedimentaria se producía a lo largo de millones de años. 

En el mundo real, sin embargo, los sedimentos no caen verticalmente sobre recipientes aislados de su entorno, sino que son arrastrados horizontalmente por corrientes de agua. Los materiales más pesados se depositan en el fondo más rápido, mientras que los más ligeros quedan atrapados por las capas sedimentarias más pesadas que se van formando en el fondo. Los experimentos modernos de laboratorio, usando corrientes artificiales de agua, demuestran que los sedimentos de diferentes propiedades físicas se depositan simultáneamente, formando los mismos estratos que Lyell observó en su bañera perfectamente aislada del exterior. Una corriente torrencial puede generar capas estratigráficas en pocas horas. 

Sin embargo, la presuposición de Lyell nunca fue corregida, a pesar de que los geólogos modernos reconocen que se extralimitó en sus tres últimos principios uniformistas. 

Los científicos históricos han adoptado en los últimos 150 años la táctica de los periódicos sensacionalistas. Publican en primera página un titular espectacular, días más tarde reconocen en un pie de página que la noticia anterior tenía graves defectos de forma, y al día siguiente salen a la calle con una noticia que continúa la narrativa del primer artículo, como si la corrección nunca se hubiera producido.

Por poner un ejemplo, Ernst Haeckel publicó en 1868 su famosa serie de dibujos de embriones, que daban a entender que todas las especies animales eran idénticas a los humanos en sus fases iniciales de desarrollo.

Sólo seis años después, en 1874, se demostró que Haeckel había mentido descaradamente. No sólo no hay similitud entre los embriones de animales y los humanos, los embriones de animales ni siquiera se parecen entre sí. Aquí tenemos sus dibujos junto a fotografías reales de cada embrión en la misma fase de desarrollo:

Arriba, dibujos fantásticos. Abajo, fotografías de la realidad.

Aunque la literatura especializada reconoce los hechos, los libros de texto contemporáneos, 151 años después, siguen presentando los dibujos de Haeckel como demostración de un ancestro común entre el hombre y todas las especies animales.

El argumento de que los seres humanos tienen una "fase reptil," como los dibujos de Haeckel dan a entender, sigue utilizándose hoy por las organizaciones abortistas para justificar sus asesinatos.

Naturalismo

No es Lobezno, es Charles Lyell.

El Naturalismo, que la propia Wikipedia define como una filosofía, afirma que la naturaleza es el único principio de la realidad. El naturalismo no reconoce la existencia de una realidad espiritual con la capacidad de afectar al mundo material. Esto es ateísmo, puro y simple, con una pátina científica para darle credibilidad.

Los defensores del teísmo evolucionista deberían considerar las implicaciones. La ciencia moderna ha declarado la guerra a Dios desde sus propios principios. Ninguna hipótesis, observación o experimento puede nunca conducir a Dios, pues esto se considera una violación de un principio fundamental de la ciencia. 

Veamos un ejemplo.

En 1927, un grupo de físicos, dirigidos por Niels Bohr, se reunió en Solvay para decidir el destino del mundo. Debían determinar si el universo era un lugar real y objetivo, o un espacio irreal y subjetivo.

Niels Bohr, el líder de los anti-realistas, propuso el modelo de la mecánica cuántica, según la cual el universo es un espacio probabilístico, donde las mediciones obligan a las funciones de onda a colapsar. La postura de Bohr fue llamada la Interpretación de Copenhague.

Louis De Broglie (1892-1987) propuso la teoría de la onda piloto, según la cual las partículas subatómicas viajan como surfistas sobre las ondas de un campo con variables ocultas. 

Albert Einstein, y todos los defensores de la Interpretación de Copenhague se mofaron de De Broglie, porque su modelo requería un universo hiperdeterminista conectado causalmente. Un universo conectado causalmente sugiere que todas sus partes se comunican entre sí de manera instantánea, sin importar la distancia, lo cual tiene serias implicaciones deístas.
"Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo.»"
(Juan 5:17)
Además, la teoría de la onda piloto molestaba a Einstein personalmente, pues sugería que la velocidad de la luz no era el límite de la causalidad. Esto fue demasiado para él, y aunque había comenzado la conferencia criticando la interpretación de Copenhague porque "Dios no juega a los dados," terminó prefiriéndola sobre la teoría de la onda piloto, a la que definió como una "acción fantasmagórica a distancia" (spooky action at a distance). 

Lo que Einstein describió de manera despectiva, hoy lo conocemos como entrelazamiento cuántico, la capacidad de partículas entrelazadas de comunicarse instantáneamente a través de distancias arbitrarias, un fenómeno demostrado experimentalmente.

Einstein, como todos los demás participantes de la conferencia, eligieron la insatisfactoria e incomprensible mecánica cuántica a la teoría que prácticamente requería la existencia de un dios omnipotente y omnisciente. Valiéndose de presuposiciones que más tarde se demostraron falsas, los defensores del modelo cuántico convencieron al físico francés para que olvidase sus alocadas ideas.

De Broglie: "Pues esta silla parece real." Bohr: "Cállate, Louis."

Hablaremos de la teoría de la onda piloto en futuros trabajos, pero baste decir que David Brohm la resucitó en 1952 y gana adeptos cada día.

Pero la teoría es tan maravillosa, que no puede resistirme a compartir una imagen del famoso experimento de la doble ranura, en el que vemos la teoría de la onda piloto en acción. El punto rojo es un fotón surfeando la onda de campo. Según la mecánica cuántica, el fotón no existe hasta que choca con el detector en la pared del fondo. Hasta entonces el fotón estaría en un estado de superposición: o sea, en todos los puntos del campo electromagnético a la vez. La belleza de la teoría de la onda piloto es que proporciona una alternativa, consistente con todas las observaciones, que puede entender un niño. Según De Broglie, las partículas subatómicas se comportan igual que una pelota sobre la superficie de un lago del tamaño del universo.

Jaque mate, Heisenberg.

¿Cuál de las dos teorías es más armoniosa con la existencia de Dios? ¿La que dice que el universo está gobernado por el azar y la probabilidad, y nada es real hasta que se percibe? ¿O la que dice que el universo está formado por partículas reales que se mueven por un campo real de infinita complejidad?

La conferencia de Solvay de 1927 tuvo muy clara su opción. Este pequeño grupo de científicos, que había de decidir si el universo era un lugar real con misterios más allá de la comprensión humana, o un espacio subjetivo de probabilidades, eligió a regañadientes el universo irreal de Bohr y Heisenberg.

Cualquier opción era mejor que admitir que el conocimiento del hombre pudiera tener límites.

Generación Espontánea

"Ignorad los experimentos de Pasteur, y escuchad mis especulaciones."

La tercera presuposición sobre la que se asientan las ciencias históricas es la generación espontánea, lo cual es como decir que el ser proviene del no ser. Esto viola un principio fundamental de la metafísica, descrito ya por Parménides en el siglo VI a.C.:
"El Ser es, el No Ser no Es."
Parménides, como casi todos los filósofos griegos, y los alumnos de primaria de todas las escuelas del mundo, argumentaba que el Ser no puede provenir del No Ser. 

Ya que el mundo Es, Parménides pensaba que debía haber existido siempre. Incluso Aristóteles creía en un mundo eterno por esta misma razón. Debemos recordar que los intelectuales paganos eran básicamente como ateos modernos. El culto a los dioses del Panteón era algo propio de las masas ignorantes, y ningún filósofo que se preciase creía en las mitologías de sus propias naciones. Algunos de ellos, como Lucrecio, creían en los dioses como aciagos espíritus, seres que acosaban a la humanidad con sus antojos y pasiones, para hacerles la vida imposible. Estos "dioses" nacían y podían morir, como leemos en la Teogonía de Hesíodo, así que los filósofos clásicos no concebían la idea de un Dios Omnipotente que hubiera creado el mundo. Por esto la idea de un universo eterno era la única razonable para ellos.
  
Armados de cantidades ingentes de tiempo en sus manos, muchos filósofos paganos creían que el mundo estaba compuesto de átomos, que habían formado a los animales por combinaciones aleatorias. Lucrecio (99-55 a.C.) lo explicaba en su De Rerum Natura:

"Insensibles por tanto son los átomos. Si hemos de dar sensibles elementos, en fin, al animal para que sienta, será forzoso, pues, que los principios constitutivos de la raza humana (...) analicen sus propios elementos componentes: pues siendo en su estructura semejantes a todos los mortales, deben ellos resultar de diversos elementos, y éstos de otros principios, de manera que nunca puedas encontrar el término. ¿Por qué seres sensibles no podrían resultar de principios insensibles que carezcan de todo sentimiento?"

Lucrecio fue el primero en proponer la idea de la supervivencia del más fuerte, según un proceso de adaptación al entorno.

Charles Darwin (1809-1882) quería seguir los pasos de Lucrecio, pero el Génesis no se lo permitía. No había tiempo suficiente para ninguna evolución si el mundo tenía menos de 10.000 años, como habían sostenido siempre los Padres, Doctores, Concilios y Papas de la Iglesia.

Darwin necesitaba un arma para destruir el relato del Génesis, y la recibió de Charles Lyell, que le dio el tiempo que necesitaba para su teoría. Darwin nos cuenta en su Autobiografía:
"Durante estos dos años, también me introduje un poco en la sociedad, y trabajé como uno de los secretarios honorarios de la Sociedad Geológica. Veía a menudo a Lyell. Una de sus principales características era su simpatía hacia el trabajo de los demás, y yo estaba tan asombrado como encantado, cuando volví a Inglaterra, por su interés por mis opiniones sobre los arrecifes de coral. Esto me animó enormemente, y su consejo y ejemplo fueron una gran influencia para mí."
Así fue como Darwin fue capaz de justificar su presuposición de la abiogénesis: la generación espontánea de vida de la no-vida. Detalló la teoría en su obra maestra: El Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural, o la Preservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida (1859), ahora conocida como El Origen de las Especies, por aquello de las evidentes implicaciones racistas del título original. Supongo que la insistencia de Hitler y Stalin en usar conceptos como "razas favorecidas" y "lucha por la vida" había dado mala imagen a estas expresiones. Es más, hoy no encontrarán un sólo ejemplar con el título completo:

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Magia.
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Potagia.

El libro es un despliegue de las dos grandes pasiones de Darwin: la especulación y el debate. La obra puede resumirse como un larguísimo argumento sobre sus observaciones y conclusiones. Experimentos no hay, y sí mucho desprecio por los cuidadosos experimentos de los demás científicos. Por ejemplo, Louis Pasteur había demostrado en 1848 que la abiogénesis era imposible. Aquí es donde Darwin explica su famosa teoría del "pequeño charco caliente":
"Se dice que las condiciones químicas para la primera producción de la vida existen en el presente, pero en algún pequeño charco caliente actual tal matería sería absorbida o devorada, lo que no habría sido el caso antes de que las criaturas vivas fueran formadas."
Desgranemos esta increíble aseveración. Darwin sostenía que la razón de que Pasteur no había sido capaz de generar vida espontáneamente en sus experimentos era porque la vida actual "absorbía" o "devoraba" la vida nueva antes de poder manifestarse.

En resumidas cuentas, Darwin quería que todo el mundo creyese que la vida había surgido espontáneamente en el pasado, pero el fenómeno sólo había ocurrido una vez y no volvería a producirse, por lo que era inútil intentar reproducirlo.

Charles Darwin pedía fe incondicional.

Y eso es exactamente lo que obtuvo.
"Podría esperarse que cualquiera podrá persuadir a cualquiera de cualquier cosa si pudiera capturar al paciente en su juventud y recibe dinero y equipamiento del Estado. Esta idea avanzará a grandes zancadas cuando sea adoptada por los científicos de una dictadura científica."

El Génesis, la Tradición y el Magisterio

Dios, en la persona de Jesucristo, creando a Adán a su imagen y semejanza.

Ahora detallaré la posición autoritaria que los Padres, Doctores, Concilios y Papas han mantenido durante 19 siglos sobre el Génesis. 

El lector no encontrará ninguna declaración dogmática de fide divina acerca de la creación especial de Adán y Eva, so pena de excomunión.

Pero cuidado. Demostraré que la Iglesia se ha pronunciado de manera tajante en todo lo concerniente a la creación, incluyendo un número considerable de declaraciones dogmáticas, cuya negación supone la excomunión automática. Ninguno de estos pronunciamientos ha sido nunca condenado. Todos siguen vigentes.

El Mito del Catolicismo Simbólico

Se repite en nuestros días una mentira insistente: que son los evangelistas protestantes los que hacen una interpretación literal de la Biblia, a diferencia de los católicos, que saben entender que muchos pasajes son figurados.

Esto es falso.

La Iglesia Católica mantiene desde su fundación hasta el presente la interpretación más literal de la Sagrada Escritura de entre todas las congregaciones que se autodenominan cristianas. Veamos algunos ejemplos:
"La Nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada."
(Éxodo 40:34)
"El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios."
(Lucas 1:35)
La interpretación literal de Éxodo 40:34 y Lucas 1:35 indica que el Arca de la Alianza prefigura a la Virgen María, demostrando su Inmaculada Concepción.
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella."
(Mateo 16:18)
La interpretación literal de Mateo 16:18 confirma que San Pedro fue nombrado por Nuestro Señor como Vicario de Su Iglesia. Este versículo es la piedra angular de la constitución del cuerpo místico de Cristo en Una Santa Católica y Apostólica Iglesia Romana.
"Tomad, comed; éste es mi cuerpo."
(Mateo 26:26)
La interpretación literal de Mateo 26:26 demuestra que Nuestro Señor Jesucristo se encuentra presente en la Hostia Consagrada en cuerpo, alma y divinidad.
"Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.»"
(Juan 3:5)
La interpretación literal de Juan 3:5 demuestra que el Bautismo de agua es imprescindible para la salvación.
"Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta."
(Santiago 2:17)
La interpretación literal de Santiago 2:17 demuestra que la fe sin obras no justifica.

La mayoría de los protestantes interpreta simbólicamente todos y cada uno de los casos citados. Es más, la herejía protestante tiene su origen en la negación de la literalidad de estos versículos.

La Fe de Nuestros Padres

Aclarado este error, comencemos nuestro viaje por la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio inmutable de la Iglesia. La lista de referencias y pronunciamientos no es exhaustiva. Si lo fuera, la longitud de este ensayo aumentaría en varios órdenes de magnitud.

El primer versículo de la Biblia dice en hebreo:
בְּרֵאשִׁית, בָּרָא אֱלֹהִים, אֵת הַשָּׁמַיִם, וְאֵת הָאָרֶץ.
bə-rê-šîṯ bā-rā ĕ-lō-hîm’êṯ haš-šā-ma-yim wə-’êṯ hā-’ā-reṣ.
"En el principio creó Dios los cielos y la tierra."
(Génesis 1:1)
La palabra "Elohim" (Dioses) es el plural de "El" (Dios). El sufijo "-him" significa tres o más; sin embargo, el verbo "ba-ra" (creó) es singular. La Santísima Trinidad se nos revela ya, sutilmente, en la segunda y la tercera palabra de la Biblia. Observemos que la tierra fue creada en el principio.

Job, privado de su familia, sus riquezas y su salud, lamenta su estado. Con la certeza de que es un hombre justo y no merece castigo, Job cuestiona la sabiduría divina. Dios Omnipotente le responde:
"Yahveh repondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo: ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido? Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me instruirás. ¿Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad. ¿Quién fijó sus medidas? ¿lo sabrías? ¿quién tiró el cordel sobre ella? ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿quién asentó su piedra angular, entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios?"
(Job 38:1,7)
A la ignorancia de Job, Dios opone Su sabiduría. A la debilidad, Su poder. Las preguntas retóricas de Dios no tenían respuesta en tiempos de Job, ni tendrán respuesta nunca, pues no es posible hacer experimentos científicos en el pasado y existe una barrera infranqueable para las ciencias naturales entre el Hexamerón y el séptimo día del Génesis. Dios nos indica que la mente humana nunca podrá penetrar el misterio de la creación, pero tenemos Su testimonio directo en la Sagrada Escritura, y cualquier intento de buscar una alternativa implica poner en duda Su palabra. ¿Y cómo puede sostener la fe el que sospecha de Dios?
"Pues él habló y fue así, mandó él y se hizo."
(Salmos 33:9)
La doctrina de todos los Padres, Doctores, Concilios y Papas ha sido siempre la misma, Dios creó el mundo simul ex nihilo, al mismo tiempo, de la nada. Dios habló, y el mundo fue. Él mandó, y el mundo se hizo. De igual manera que Jesús habló, y los ciegos vieron; Jesús habló, y los tullidos caminaron; Jesús habló, y Lázaro resucitó. En 2016, el Papa Francisco dijo que “Cuando leemos acerca de la creación del mundo en Génesis, corremos el riesgo de imaginar a Dios como un mago con una varita mágica." El Santo Padre tenía razón, porque Dios Omnipotente no necesita varitas mágicas; le basta Su palabra para crear el mundo exactamente como nos dice el Génesis.

Nuestro Señor Jesucristo insistió durante todo su ministerio público en un tema y un libro. El tema, el Infierno; el libro, el Génesis.
"Pero al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer."
(Marcos 10:6)
Estas palabras no dejan margen a ninguna evolución. Dios creó a Adán al principio de la creación, no miles de millones de años después. Estas 12 palabras no sólo chocan con la evolución biológica, sino también con la evolución cósmica. Si Dios creó a Adán al principio, no hay tiempo para un Big Bang, una expansión inflacionaria, la formación de galaxias, estrellas de primera generación, supernovas, estrellas de segunda generación, la formación del sistema solar, la formación de la tierra y miles de millones de años de evolución biológica hasta la aparición de Adán. Creer en estas teorías obliga a rechazar las palabras de Jesucristo. El creyente debe entonces decidir por su cuenta y riesgo qué palabras de Nuestro Señor son verdad y cuáles son simbólicas, contra el criterio unánime de los Apóstoles, Padres, Doctores, Concilios y Papas durante casi dos mil años. Esto es la definición del Protestantismo, donde cada protestante es su propio papa y se arroga la autoridad de interpretar la Sagrada Escritura a su antojo.

"No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?"
(Juan 5:46)

Los escritos de Moisés son el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Jesús nos dice que no es posible creer en Él sin creer en los escritos de Moisés.

En el Evangelio de Lucas, Jesús nos narra la historia del hombre rico que es condenado al Infierno y pide a Abraham que le diga a sus familiares que el Infierno es un lugar real.
"Díjole Abraham: «Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.» Él dijo: «No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.» Le contestó: «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.»"
(Lucas 16:29,31) 
Los teólogos discuten si estos versículos describen una parábola o un hecho real. La mención del "rico" sin dar un nombre propio refuerza la postura a favor de la parábola, pero la referencia, al principio de la historia, de un pobre llamado "Lázaro" indica que se trata de una historia real. Sea como fuere, Jesús nos narra este episodio con el propósito de darnos una enseñanza, que siendo evidente por sí misma, queda reforzada a la luz de la insistencia de Nuestro Señor en la necesidad de creer a Moisés, a lo largo de todos los Evangelios.

En la Confesión de la Fe del Cuarto Concilio de Letrán en 1215 se declara autoritariamente la verdad de la creación ex nihilo. No es fácil encontrar los textos originales del Concilio en español, pero los tenemos en latín:
"Deus… creator omnium visibilium et invisibilium, spiritualium et corporalium: qui sua omnipotenti virtute simul ab initio temporis utramque de nihilo condidit creaturam, spiritualem et corporalem, angelicam videlicet et mundanam: ac deinde humanam, quasi communem ex spiritu et corpore constitutam."
"Dios... creador de todas las cosas visibles e invisibles, de lo espiritual y lo corpóreo; quien en virtud de Su propia omnipotencia creó al mismo tiempo desde el principio del tiempo de la nada a cada criatura, espiritual y corporal, esto es, angélica y mundana, y finalmente al hombre, constituido de cierta manera tanto del espíritu como del cuerpo."
La traducción, negritas y subrayados son míos. Todas las cosas fueron creadas simul ex nihilo.

Al mismo tiempo, de la nada.

En la Primera Parte de la Summa Theologica (1265-1274), Santo Tomás escribe:
"La última perfección, fin de todo el universo, es la perfecta bienaventuranza de los santos, que se dará en la definitiva consumación de los tiempos. La primera perfección, que consiste en la integridad del universo, se dio en la primera institución de las cosas. Esto es de lo que se habla en el séptimo día."[6]
El Doctor Angélico asocia aquí dos perfecciones del universo, la primera y la segunda. Cualquiera que acepte que Dios restablecerá todas las cosas en Cristo después del Juicio Final, debe aceptar que el universo era perfecto en el momento de ser creado. La perfección no puede evolucionar, pues estonces no sería perfecta. Y, ¿cómo puede restaurarse lo imperfecto?

El Concilio de Trento declaró dogmáticamente en 1564 que no está permitido hacer una interpretación de la Sagrada Escritura contraria a la interpretación unánime de los Padres y la Iglesia:
"Además, con el objeto de contener a los espíritus petulantes, [este Concilio] decreta que nadie, confiando en su propia habilidad, deberá - en temas de fe, y de moral relativa a la edificación de la doctrina cristiana - forzar a la Sagrada Escritura a sus propios sentidos, presumiendo una interpretación de dicha Sagrada Escritura contraria al sentido que la Santa Madre Iglesia - a la que le corresponde juzgar el verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras - ha sostenido y sostiene; o incluso contraria al consentimiento unánime de los Padres"[7]
El Catecismo Romano es el único catecismo que fue promulgado directamente por un Concilio Ecuménico, el Concilio de Trento. Iba dirigido a los sacerdotes, para la instrucción de su grey. El Catecismo Romano está considerado el patrón de todos los compendios de la doctrina cristiana, y es el único que se menciona en catecismos posteriores. En el nuevo catecismo de 1994 es mencionado 20 veces. En el punto XXIV, De la creación del hombre del Catecismo Romano, leemos:
"Últimamente formó Dios al hombre del lodo de la tierra, dispuesto y ordenado en cuanto al cuerpo, de tal modo que fuese inmortal e impasible, no por virtud de su naturaleza, sino por beneficio de Dios. Por lo que se refiere al alma, le formó a su imagen y semejanza, le dio libre albedrío, y con tal armonía ordenó sus movimientos y apetitos, que nunca dejasen de obedecer al imperio de la razón. Además de esto, le concedió el don maravilloso de la justicia original, y quiso también que presidiese a los demás animales. Todo lo cual fácilmente podrán saber los Párrocos para instrucción de los fieles por la historia del Génesis."
Como podemos ver, el Catecismo Romano indica a los sacerdotes que la propia historia del Génesis les servirá para resolver cualquier cuestión acerca de la creación del hombre.

La publicación en 1859 de El Origen de las Especies de Darwin provocó un impacto tan enorme en las mentes de los racionalistas y de los intelectuales europeos, que el Concilio Provincial de Colonia quiso manifestarse al respecto inmediatamente. En 1860 proclamó en términos inequívocos:
"Nuestros primeros padres fueron formados inmediatamente por Dios. Por tanto, declaramos que la opinión de aquellos que no temen afirmar que este ser humano, el hombre, en lo que respecta a su cuerpo, emergió finalmente del cambio continuo espontáneo de una naturaleza imperfecta a una más perfecta, está claramente opuesto a la Sagrada Escritura y a la Fe."
Su Santidad el Papa León XIII, afirmó en Arcane Divinae Sapientiae, 1880:
"Recordamos cosas conocidas de todos y de las que nadie duda: después que en el sexto día de la creación formó Dios al hombre del limo de la tierra e infundió en su rostro el aliento de vida, quiso darle una compañera, sacada admirablemente del costado de él mismo mientras dormía. Con lo cual quiso el providentísimo Dios que aquella pareja de cónyuges fuera el natural principio de todos los hombres, o sea, de donde se propagara el género humano y mediante ininterrumpidas procreaciones se conservara por todos los tiempos." 
Dios creó a Eva del costado de Adán, no como resultado de una evolución simultánea.

El Primer Concilio Vaticano se inició el 8 de diciembre de 1869, el día de la festividad de la Inmaculada Concepción, y centró su Tercera Sesión, en abril de 1870, exclusivamente en cuestiones relativas a la Creación, la Revelación, la fe y la razón. El Concilio declaró en el Canon número 5:
"El mundo y todas las cosas que están contenidas en él, tanto espirituales como materiales, en lo que respecta a su completa sustancia, han sido producidos por Dios de la nada."
Se esperaba que el Primer Concilio Vaticano publicaría un decreto dogmático sobre la creación especial de Adán y Eva, pero desgraciadamente, el Concilio fue forzado a cerrarse, incompleto. Después de su Cuarta Sesión, el 19 de julio de 1870, se declaró la guerra Franco-Prusiana. Las tropas francesas, que protegían al Papa de los revolucionarios italianos que asediaban el Vaticano, abandonaron la ciudad para unirse a la guerra. Pio IX suspendió los trabajos del Concilio el 20 de octubre, sin indicar una fecha para el reinicio de los trabajos conciliares. El Concilio nunca se concluyó. Pero ya había conseguido afirmar en su Constitución Dogmática Dei Filius que:
"Este único y verdadero Dios, por Su bondad y omnipotencia, no con la intención de incrementar Su felicidad, ni de hecho de obtener felicidad, sino con objeto de manifestar Su perfección por las cosas buenas que Él otorga a lo que Él crea, por un plan absolutamente libre, trajo a la existencia de la nada el doble orden creado en su conjunto, esto es, de lo espiritual y lo corpóreo, lo angélico y lo mundano, y más tarde el humano, que es, de una manera, común a ambos, ya que está compuesto de espíritu y de cuerpo."
El Canon del Primer Concilio Vaticano contiene las siguientes declaraciones dogmáticas:
"Sobre Dios el Creador de todas las Cosas: V. Si alguno no confesare que el mundo y todas las cosas que contiene, espirituales y materiales, fueron producidas de la nada por Dios de acuerdo a la totalidad de su sustancia; o sostuviere que Dios no creó por voluntad libre de toda necesidad, sino con la misma necesidad con que se ama a sí mismo; o negare que el mundo fue creado para gloria de Dios; sea anatema."
"Sobre la Fe: IV. Si alguno dijere que todos los milagros son imposibles, y que por lo tanto todos los relatos de ellos, incluso aquellos contenidos en la Sagrada Escritura, deben ser dejados de lado como fábulas o mitos; o que los milagros no pueden ser nunca conocidos con certeza, ni puede con ellos probarse el origen divino de la religión cristiana; sea anatema."

"Sobre la Fe: VI. Si alguno dijere que la condición de los fieles y de aquellos que todavía no han llegado a la única fe verdadera es igual, de manera que los católicos pueden tener una causa justa para poner en duda, suspendiendo su asentimiento, la fe que ya han recibido bajo el magisterio de la Iglesia, hasta que completen una demostración científica de la credibilidad y verdad de su fe; sea anatema."

"Sobre la Fe y la Razón: I. Si alguno dijere que en la revelación divina no está contenido ningún misterio verdadero y propiamente dicho, sino que todos los dogmas de la fe pueden ser comprendidos y demostrados a partir de los principios naturales por una razón rectamente cultivada; sea anatema."

"Sobre la Fe y la Razón: II. Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia; sea anatema."

"Sobre la Fe y la Razón: III. Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende; sea anatema."
Los Cánones de la Tercera Sesión concluyen con una severa y profética admonición:
"Mas como no basta evitar la contaminación de la herejía, a no ser que se eviten cuidadosamente también aquellos errores que se le acercan en mayor o menor grado, advertimos a todos de su deber de observar las constituciones y decretos en que tales opiniones erradas, incluso no mencionadas expresamente en este documento, han sido proscritas y prohibidas por esta Santa Sede."
Las declaraciones dogmáticas del Primer Concilio Vaticano, pronunciadas hace poco más de un siglo no dejan mucho margen de movimiento a esa idea moderna según la cual la Iglesia no se ha posicionado sobre la cuestión del origen del universo, y que cada católico tiene libertad para creer al respecto lo que le apetezca. Si añadimos la posición de todos los Apóstoles, Padres, Doctores, Concilios y Papas anteriores, esa libertad de conciencia queda reducida a la nada.
"Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane."
(Mateo 13:15)
Hemos hecho un recorrido cronológico por la Tradición y el Magisterio, pero quiero terminar este apartado con las palabras de San Pablo, que resume en seis versículos todos nuestros razonamientos, de principio a fin:
"Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén."
(Romanos 1:20,25)

La Fe de Nuestros Hijos

Inicié los argumentos haciendo la suposición de que la crisis de nuestro tiempo no es responsabilidad de la jerarquía eclesiástica, sino nuestra, lo que nos llevaría a reconocer que los malos sacerdotes que nos asedian no son más que nuestro castigo. Así, nuestras críticas a la jerarquía serían como el niño que insulta al fuego que acaba de provocar. Se hace evidente la inutilidad y estupidez de su esfuerzo. No sería descabellado decir que sólo está empeorando las cosas.

Creo que esta suposición ha quedado demostrada. Si mañana el Papa Francisco recibiera la visita del Espíritu Santo y declarara dogmáticamente, horas más tarde, la creación especial de Adán y Eva, todos los aquí presentes nos veríamos súbitamente auto-excomulgados por herejía. Así ha sido en otros casos, y así sería en éste.

La ausencia de una declaración dogmática sobre este aspecto particular del Génesis no nos permite ignorar el hecho de que la Iglesia siempre ha creído en esta verdad, y debemos recordar que la tradición de la Iglesia ha sido siempre proclamar un dogma sólo después de que la verdad ha sido amenazada, porque hasta aquel momento había sido incuestionable. Por eso quiero añadir lo siguiente:

A los católicos tradicionales, les pido que recuerden que el dogma de la Inmaculada Concepción no se declaró hasta 1854, un año antes de que la Santa Virgen María se apareciera a Santa Bernardette y se presentase con dicho título, y cinco años antes de la publicación de El Origen de las Especies, que sería un ataque directo contra la creación especial de Adán y Eva. El Espíritu Santo determinó que se estableciese el dogma en 1854 para reforzar la fe de los creyentes frente al inminente ataque de la teoría de la evolución. Pero eso no significa que los creyentes no sostuvieran la verdad de la Inmaculada Concepción antes de aquella fecha. Más bien al contrario, habían creído en ella desde el principio. Creo que hay una buena razón para que la Iglesia no enfatizara la importancia de Nuestra Señora en los albores de la Cristiandad. Dios no quiso revelar al Hijo durante 4000 años, para no animar y confundir a los politeístas. Una vez revelado el Hijo, fueron necesarios varios siglos y muchas disputas contra herejes para establecer Su Divinidad. La discusión sobre el Espíritu Santo no se superó sin pérdidas, y nos llevó al desastre, si acaso indirectamente, del Gran Cisma de 1054. ¡Qué imprudencia hubiera sido añadir, sobre estos conflictos, otro debate sobre la Virgen María! ¿Acaso no contribuyó su rechazo a la Revolución Protestante? Cuando se declare el dogma de la creación especial de Adán y Eva, se producirá sin duda una conmoción monumental. Por tanto, no es razonable esperar que todas las verdades hayan sido declaradas dogmáticamente en el pasado. Observen que el pueblo laico del siglo IV se enfrentó a los arrianos por negar la consustancialidad antes de que fuera declarada dogmáticamente. El hecho de que la Tradición y el Magisterio han mantenido de manera unánime la interpretación literal del Génesis durante mil novecientos años debería ser suficiente para que un católico tradicional, que por principio no quiere jugar a los dados y apostar a la baja, decida confesar la misma verdad que profesaron nuestros padres, desde los Apóstoles hasta San Pío X. Hombres, por cierto, más sabios y santos que cualquiera de nosotros, aunque sólo fuese por su mayor cercanía a la naturaleza glorificada de Adán.

A los católicos más modernos, quiero pedirles que reflexionen sobre la forma en la que la teoría de la evolución ha secuestrado el pensamiento científico actual. Una búsqueda rápida por internet les permitirá descubrir los incontables casos de buenos científicos cuyas carreras han sido arruinadas por atreverse a dudar de los dogmas de la evolución. Vean esta película, Expelled, que detalla el problema. Les animo a leer a Michael Behe, un eminente biólogo molecular, que les convencerá sin duda de que todo se trata de una inmensa patraña. Y sobre el asunto del Génesis, consideren lo siguiente: ¿no serían sus oraciones más eficaces si profesasen la plenitud de la fe de los santos que nos han precedido? Si tienen familiares enfermos, o sufren situaciones de dificultad, piensen en el efecto que tendría asimilar su fe a la de aquellos que obraron tantos milagros.

A los no católicos, espero que mi exposición de las mentiras que llevaron al nacimiento de la teoría de la evolución, cuyos argumentos se defienden por sí mismos, les permita despojarse del peso de esta teoría nefasta, que tiene abotargadas las mentes más brillantes de nuestro tiempo, y en estado de pánico a los científicos que llegan a comprender la verdad. Con este peso liberado de su corazón, espero que encuentren nuevos espacios abiertos para llenarlos con verdades trascendentales sobre nuestro origen y nuestro destino.

El Mito del Cristiano Evolucionista

Los cristianos evolucionistas sostienen que Dios creó hidrógeno, helio y litio en el Big Bang y dejó que estos tres elementos formasen otros nuevos según las leyes que Él había dispuesto, conforme el universo se expandía. Dios se valió de miles de millones de años de deformidad, enfermedad, destrucción y muerte para que la vida evolucionase hasta la formación de un grupo de primates, a los que les insufló un alma humana. Estos primeros humanos se llaman simbólicamente "Adán" y "Eva," por aquello de identificarlos de alguna forma. Durante 200.000 años, los descendientes de los primeros humanos estuvieron rascándose la cabeza, sin saber muy bien qué hacer con su nueva inteligencia. De vez en cuando hacían una piedra de sílex, pero por lo general se miraban unos a otros con cara confusa. De pronto, alrededor del año 5.000 a.C. se les iluminó una bombilla y se pusieron a cultivar plantas como locos, construir ciudades, escribir por las esquinas, organizarse en sociedades complejas y filosofar mirando a las estrellas. En el año 1 nació Jesús, que era el Hijo de Dios, sufrió y murió para redimir el Pecado Original que cometieron los simbólicos "Adán" y "Eva," y que se nos imputa a través del Bautismo. Durante 1900 años, Dios permitió que Su Iglesia enseñara una interpretación unánime, pero equivocada, de la creación del mundo y del hombre, pero valiéndose de científicos ateos anti-cristianos como Hutton, Lyell, Darwin y Huxley, Dios desveló el auténtico origen de todas las cosas para que los privilegiados hombres del siglo XX en adelante pudieran finalmente conocer la verdad.

Esta historia es insostenible.

¿Quién puede culpar a los millones de jóvenes que están abandonando la fe, cuando se les está contando un relato sin pies ni cabeza?

Si Dios eligió a los ateos para darle una lección a los ignorantes padres y doctores de la Iglesia, ¿qué tiene de malo ser ateo? ¿No son acaso los buenos de la película?

¿Tiene sentido que el Hijo de Dios bajase a la tierra para contarnos un cuento mitológico sobre dos criaturas simbólicas, para luego dejarse matar para corregir el error simbólico de aquellas dos criaturas simbólicas?

La única explicación racional es pensar que, si Adán y Eva son símbolos, Jesús también debe serlo. Si Jesús es parte del mito, entonces la historia tiene sentido de principio a fin. Un bonito cuento para contar antes de dormirse. Pero también valen otros cuentos, claro. Leer siempre el mismo cuento es muy aburrido. Puedes leerle a tus hijos el cuento del Cristianismo una noche, el cuento del Islam la siguiente y el del Budismo más tarde, como hacen tantos actores de Hollywood con sus hijos.

El Génesis es la piedra angular de nuestra fe. Sin el Génesis, todo el depósito de la fe se colapsa. Los ateos, que no sufren nuestra contradicción interna, lo entienden perfectamente.

El 9 de abril de 2012, el Cardenal Pell decidió entablar un debate con el ateo más famoso del mundo, Richard Dawkins.


En un momento del intercambio, el Cardenal Pell afirmó lo siguiente:
"Bien, Adán y Eva son términos que significan "vida" y "tierra". Son nombres genéricos. Es un hermoso relato mitológico. Pero existe para contarnos dos o tres cosas. Antes de nada, que Dios creó el mundo y el universo. Segundo, que la clave de todo el universo son los humanos. Y tercero, es una mitología muy sofisticada para intentar entender el mal y el sufrimiento en el mundo... Es una historia religiosa contada por razones religiosas."
Dawkins no podía creerse el regalo dialéctico que estaba recibiendo, y dijo:
"Ah bien, tengo curiosidad por saber: si Adán y Eva nunca existieron, ¿de dónde viene el Pecado Original?"
Es penoso ver la expresión silenciosa y desamparada del Cardenal Pell después de escuchar esta pregunta. Se muestra incapaz de dar una respuesta.

¿Y qué respuesta podría dar? Dawkins tiene toda la razón. Si Adán y Eva no son personas reales, separadas de Dios por su desobediencia, el Pecado Original no viene de ningún sitio. Y si es así, el Pecado Original no existe. Si la enfermedad es mentira, ¿quién necesita medicina?

No se puede creer que la acción es un mito, y la consecuencia una realidad. Esta proposición ofende la inteligencia de un niño.

El que rechaza esta verdad, destruye los cimientos de su fe y será incapaz de defenderla ante el argumento más rudimentario.

Con la fe mutilada de esta forma, ¿cuánto puede durar?

Creer en el Génesis es levantarse cada día, mirar por la ventana y sobrecogerse ante el poder de Dios. ¡Quién no se humilla ante el Dios de los Ejércitos, que crea un universo perfecto, y sacrifica dos animales para vestirnos después de que lo hayamos ofendido [8], mientras pone en movimiento el plan para nuestra Salvación! Alabado sea Dios, porque Su Bondad no conoce límites. Ten misericordia de nosotros, Señor, que te hemos ofendido.

¿Quién no entiende a ese pequeño ángel, que ante la increíble rebelión de Lucifer, se alzó para exclamar QUIÉN COMO DIOS? ¿Cómo te atreves a rebelarte contra este Dios, que no es capaz de maldad, que nos lo ha dado todo? Un Dios que sólo ha creado cosas buenas, que merece todo nuestro amor y agradecimiento. ¡Cómo te atreves!

La fe del que cree en el Génesis es sólida como la roca. Dios nos ha regalado el único libro sagrado del mundo que no tiene tacha ni contradicción alguna. La economía de la Salvación tiene tal fuerza argumental que convirtió a los hombres salvajes de Europa del Norte, a los aborígenes del Amazonas, a los campesinos feudales del Japón...

Pero hoy no podemos convertir ni a nuestro hermano bautizado, que ha crecido rodeado de catedrales y ha estudiado en un colegio católico... Porque nuestra mente y la mente de los maestros católicos está envenenada con la misma mentira que infecta las ideas de nuestro hermano.

Nuestro hermano nos pregunta: "¿Por qué me atropelló el coche?, ¡por qué perdí la vista! ¡Dios no existe, y si existe, es malvado!" 

Y no sabemos qué responder. Porque, ¿cómo puede valerse del sufrimiento para santificarse aquél que no está en estado de gracia? Su dolor es inútil. Su dolor sólo puede ser un castigo... Y, ¿qué habrá hecho mi hermano para que Dios lo castigue...? ¿No será que mi hermano tiene razón...?

Pero el que cree en el Génesis dice: "Dios creó a Adán con abundantes dones, en un mundo sin dolor, ni muerte, ni enfermedad, ni deformidad, para que reinase sobre el mundo, y más tarde, subiera al cielo para vivir con Él durante toda la eternidad, como su hijo adoptivo y co-heredero. ¡Pero Adán desobedeció a Dios, e introdujo el Mal en el mundo! ¡Qué insolencia, qué desgracia! ¡No seas como Adán, y obedece, para que Dios te proteja del Mal que nuestro padre nos trajo, y salve tu alma de este valle de lágrimas! ¡Pues hoy, como al principio, Dios sólo es capaz de cosas buenas, y desea tu salvación!"

Este argumento convenció a San Vladimiro I de Kiev, el brutal rey vikingo que se convirtió tras casarse con una princesa griega, que experimentó una transformación completa de su personalidad tras bautizarse, y que luego convirtió el Rus de Kiev al Cristianismo. ¡Cómo no convencerá a nuestro hermano!

¿De qué sirven nuestras oraciones para la conversión de nuestra familia, si nosotros mismos no queremos convertirnos?

Para dar ánimo a mis hermanos, quiero recordar las palabras de G.K. Chesterton en El Hombre Eterno:
"Una cosa muerta puede seguir la corriente, pero sólo una cosa viva puede ir contra ella."

La Síntesis de Todas las Herejías

Comparemos ahora dos mundos. Uno donde el Génesis es un mito y la teoría de la evolución es la verdad, y otro donde el Génesis es verdad y la teoría de la evolución es un mito.

Feminismo

Sin el Génesis, el hombre y la mujer son iguales, y por tanto, cualquier desigualdad entre ellos, una injusticia.

Con el Génesis, Adán fue creado por Dios, que le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Eva fue creada del costado de Adán, para ayudarlo y someterse a él. Eva no recibió la prohibición directamente de Dios, sino indirectamente, a través de su marido, Adán, que así se manifiesta como representante de Dios en la familia. Eva, por tanto, debía tener fe en su marido para ser fiel a Dios. Hay una jerarquía divina en el matrimonio original. Por eso Satanás tentó a Eva, no Adán. Eva era el eslabón débil de la cadena familiar, al haber recibido el mandato divino indirectamente. Aunque Eva pecó primero, sólo el pecado de Adán rompe la alianza con Dios. Sólo el pecado de Adán provoca la Caída. Porque Adán, como cabeza de la familia, es el sacerdote, que debe ejercer su autoridad sobre la mujer. Al comer del árbol, la mujer viola su obligación de obedecer a su marido. Pero si Adán hubiera reprendido a Eva, si le hubiera explicado su error, ella podría haber pedido perdón y corregirse. No habría habido Caída.

Por eso hablamos del Pecado de Adán, aunque pecaron los dos, y Eva lo hizo primero.

El hombre ha heredado la debilidad fundamental de Adán: la falta de masculinidad, que le lleva a una irresponsabilidad afeminada; mientras que la mujer ha heredado la debilidad de Eva: la vanidad y el ansia de control. Al rechazar su propia naturaleza, el hombre y la mujer se vuelven incompatibles. El hombre cae en la apatía y la mujer en una fantasía de poder.

El Génesis nos revela por qué los sacerdotes sólo pueden ser hombres. No porque "nadie habría aceptado que Jesús ordenase mujeres como Apóstoles en la cultura judía en tiempos del Imperio Romano," sino porque Dios estableció el orden divino de la Ecclesia Docens (Iglesia Docente, la orden sacerdotal, que enseña) y Ecclesia Discens (Iglesia Discente, los fieles, que aprenden) en la propia familia original del Edén, que prefigura el matrimonio místico de Jesucristo con Su Iglesia.

Dios creó a Adán para ser responsable y autoridad en la familia, por lo tanto, el hombre sólo encontrará la paz de espíritu cuando sea responsable y autoridad de su familia. Dios creó a Eva para ayudar a Adán y someterse a él, por lo tanto, la mujer sólo encontrará la paz de espíritu cuando ayude y se someta a su marido.

Inmaculada Concepción

Sin el Génesis, la Virgen María no puede ser la Inmaculada Concepción, como se definió a sí misma cuando se le apareció por primera vez a Santa Bernadette en Lourdes. Si Adán y Eva, que carecían de Pecado Original, fueron concebidos por dos seres semi-humanos, entonces Adán sería la Inmaculada Concepción Número 1 y Eva sería la Inmaculada Concepción Número 2.

Por tanto, si Adán y Eva son el producto de la evolución, la Virgen María mintió o confundió a Santa Bernardette en su primera aparición en Lourdes. Para no engañarnos, debería haber respondido: "Yo soy una de las Inmaculadas Concepciones," "Yo soy la última Inmaculada Concepción," o "Yo soy la Inmaculada Concepción Número 3." Pero la Virgen dijo: "Yo soy la Inmaculada Concepción."

Con el Génesis, Adán fue creado sin Pecado Original ex nihilo, no concebido. Eva fue creada sin Pecado Original del costado de Adán, no concebida. El Verbo es co-eterno con el Padre, y se encarnó de María (Credo Niceno), o nació de María (Credo de los Apóstoles), por lo que el Hijo de Dios no fue concebido. La única criatura que fue concebida sin Pecado Original es la Santísima Virgen María, por lo que ella es La Inmaculada Concepción, única en toda la creación, desde el principio hasta el final de los tiempos.

Salvación

Sin el Génesis, no hay necesidad de Salvación. Pues si Adán y Eva no existieron realmente, comieron realmente la fruta prohibida y se enemistaron realmente con Dios, entonces Jesucristo mintió, estaba confundido, o tampoco existió realmente. En cualquier caso, murió sin motivo y la Iglesia Católica no se diferencia de ninguna otra religión. Podemos ser fieles a cualquiera de ellas; es una cuestión cultural sin relevancia ontológica. La identificación del Cristianismo con la civilización Europea se vuelve inevitable, y su "imposición" a otras culturas, un acto de imperialismo.

Con el Génesis, sólo a través del Bautismo recibimos el don gratuito de la Redención del Pecado Original de Adán y Eva, por los méritos infinitos del sacrificio de Jesucristo en la Cruz, el Árbol de la Vida, que eleva al hombre y le abre las puertas del cielo tras la caída causada por comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por lo tanto, se hace imprescindible que los católicos evangelicen a todos los hombres del mundo para llevarles la verdad y salvar sus almas del Infierno.
"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo."
(Mateo 28:19)

Eucaristía

Sin el Génesis, Adán y Eva son símbolos, y por lo tanto, la Redención del Pecado Original debe ser también simbólica. La Eucaristía celebra el Sacramento de la Redención, en la cual la Iglesia anuncia la muerte de Jesucristo y proclama su Resurrección [9]. Pero si la Redención es simbólica, la celebración misma carece de sustancia, y se convierte en un servicio en memoria de un hecho lejano en el pasado, de trascendencia confusa. En realidad da igual, pues se hace inevitable que este acto se convierta en un evento social donde el hombre se celebra a sí mismo. Sin el Génesis, Dios es un after-thought, un asunto secundario. Lo importante es darse la paz con alegría y tocar la guitarra con entusiasmo, para que la gente te felicite al salir.

Con el Génesis, el veneno de la fruta prohibida es eliminado por la carne adorable de Cristo. Si el Pecado Original se manifestó como un desorden en el comer, es necesario que la Santa Misa nos instruya sobre un orden en el comer. Si la fruta prohibida fue un veneno ingerido por la boca, es conveniente que el antídoto sea ingerido por la boca, "que es la medicina de la inmortalidad, y el antídoto para que no muramos, sino que vivamos por siempre en Jesucristo" [10]. Si Adán y Eva son reales, y el Pecado Original es real, es lógico que Jesús fuera real, y no resulta difícil entender que el creador simul ex nihilo de todas las cosas, capaz de multiplicar el pan y los peces, pueda efectuar la transustanciación del pan y del vino en su carne y su sangre adorable, en todo el mundo, hasta el fin del tiempo, sin perder un ápice de su propia sustancia.

Identidad

Sin el Génesis, el ser humano no tiene naturaleza intrínseca, pues ésta se encuentra en constante evolución hacia un punto Omega de absoluta perfección. Por tanto, puede y debe cambiar su identidad, su género, el objeto de sus pasiones, y su propio cuerpo, de un día para otro, tantas veces como le apetezca, sin restricciones arbitrarias.

Con el Génesis, el hombre es creado por Dios a su imagen y semejanza. Su cuerpo, como templo sagrado del alma, es inviolable y no le pertenece. Dios ordenó al hombre unirse con la mujer en una sola carne, para reproducirse y multiplicarse. El que viola estos mandamientos atenta contra su cuerpo, atenta contra Dios, y contra la ley natural y la divina.

Eutanasia

Sin el Génesis, la única diferencia entre el hombre y el animal es su desarrollo cerebral. Por tanto, si se determina la muerte cerebral clínica, el hombre deja de ser hombre, y se lo puede dejar morir, aunque tenga pulso, respiración y demuestre capacidad de percibir su entorno. Filosóficamente, matar a un hombre en muerte cerebral es lo mismo que sacrificar a un animal inútil. La eutanasia no es más que una administración racional de los recursos disponibles. Por la misma razón, dado que un feto posee el mismo desarrollo cerebral que un animal en la misma fase de desarrollo, un feto es un animal. Si la sociedad considera que ese animal no debería consumir recursos, porque nunca podrá devolver la inversión, lo razonable es eliminarlo para que no suponga una carga para nadie.

Con el Génesis, Dios crea cada alma humana ex nihilo en el momento de la concepción, siguiendo el ejemplo que nos enseña el Génesis en la creación de Adán. El alma, como realidad espiritual, tiene operaciones no materiales, que trascienden del cuerpo, por eso el alma sobrevive al cuerpo. El alma permanece unida al cuerpo mientras a éste le quede el menor resquicio de vida. Sólo Dios puede decidir cuándo un alma debe abandonar el cuerpo de un hombre inocente de crímenes contra la sociedad. En consecuencia, cualquiera que interrumpa las operaciones del cuerpo de una persona inocente está cometiendo, inevitablemente, un asesinato.

Eugenesia

Sin el Génesis, la eugenesia es un imperativo moral, pues elimina a los miembros débiles y acelera el progreso de la especie hacia su objetivo Omega, su forma más perfecta.

Con el Génesis, todos los seres humanos poseen alma, son criaturas de Dios y todas pueden convertirse en Sus hijos adoptivos si colaboran con las gracias que han recibido. Cada vida humana es, por tanto, preciosa e irreemplazable. La eugenesia es un crimen que clama la venganza del Cielo.

Relación con los Padres

Sin el Génesis, la naturaleza no está en proceso de degeneración, sino de evolución. Por tanto, los hijos son mejores que los padres, porque están mejor adaptados a su entorno, y no deben ningún respeto a sus mayores. ¡Respetar a un ser menos evolucionado sería absurdo!

Con el Génesis, la naturaleza misma está en proceso de degeneración desde la Caída de Adán. Adán introdujo la muerte, la enfermedad, la deformidad y el dolor en el mundo.
"Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontaneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto."
(Romanos 8:19,22)
Cada generación humana está un paso más lejos del Edén, y por tanto, de los dones preternaturales de Adán y Eva. El Génesis enseña a los hijos que sus padres están un paso más cerca de la naturaleza original incorrupta del hombre, y les inculca a mostrarles el respeto debido, pues el propósito de la existencia es volver a ese estado de gracia con Dios.

Tradición

Sin el Génesis, los hombres de hoy son más perfectos, más inteligentes y más sabios que los hombres de ayer, y pueden reinterpretar, ignorar o desarrollar cualquier conocimiento del pasado, que es siempre una comprensión incompleta del mundo, nacida de la ignorancia y la falta de inteligencia de culturas primitivas.

Con el Génesis, los hombres de la antigüedad eran más perfectos, más inteligentes y más sabios que los hombres de hoy. El conocimiento del pasado está un paso más cerca de la Verdad que el conocimiento del presente. El testimonio de ayer, más fidedigno que el de hoy. La cultura de hoy, más primitiva y salvaje que la de ayer.

Agencia y Presencia de Dios

Sin el Génesis, Dios queda reducido a un ser oculto e incognoscible, que creó un puñado de hidrógeno, helio y litio hace 13,8 mil millones de años, y después dejó que las cosas siguieran su curso natural. Si también negamos el Diluvio Universal, la destrucción divina de Sodoma y Gomorra, la partición del Mar Rojo, y los convertimos en fenómenos catastróficos naturales, reducimos la agencia de Dios hasta tal punto, que bien podemos sustituirlo por una fluctuación cuántica al principio del Big Bang, y dejarnos de historias.

Con el Génesis, Dios creó todas las cosas simul ex nihilo, al mismo tiempo, de la nada. No hay ninguna especie de animal, planta, ni objeto celeste que no haya sido creado directamente por Dios. Con el Génesis, Dios es omnipotente y omnipresente, creador de todas las cosas, que las mantiene con el trabajo constante de su divina Providencia. Dios quiere que Lo conozcamos, que nos acerquemos a Él, y se nos muestra en cada hoja de árbol, cada vuelo de pájaro, cada giro de nube, para que disfrutemos de Él y de Su Obra.

Bondad y Belleza de Dios

Sin el Génesis, Dios creó un mundo lleno de muerte, dolor, enfermedad y deformidad, sin los cuales, los simbólicos Adán y Eva no podrían haber evolucionado del primate. Por lo tanto, la muerte no es resultado del Pecado Original, sino parte fundamental del diseño divino. Gracias a la muerte de miles de millones de criaturas, mediante un mecanismo de ensayo y error, "Adán" y "Eva" evolucionaron de organismos unicelulares a seres humanos. Dios, en consecuencia, es el origen y creador del Mal, y se lo puede culpar directamente de cualquier desgracia que suframos.

Con el Génesis, Dios es un ser de infinita Bondad, Belleza y Verdad, que creó al hombre para coronarlo Rey de la creación y para formar con él una familia en la tierra y más tarde en el cielo. Toda la creación era buena, perfecta, sin error ni mancha. Dios sólo creó cosas buenas.
"Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día."
(Génesis 1:31)
Los animales no fueron creados para alimentarse entre sí, ni para alimento del hombre, sino para que éste disfrutase nombrándolos y maravillándose de sus incontables formas y operaciones. El Pecado Original introduce la muerte en el mundo, y es responsabilidad única del hombre, y sólo a él se le puede atribuir la aparición del Mal.

Identificando la Herejía

Cuando se le corta una cabeza a la hidra, dos aparecen en su lugar.

En su Encíclica Pascendi Domini Gregis (1907), San Pío X definió el Modernismo como "un conjunto de todas las herejías." Esta definición es tan acertada como poco operativa. Porque, ¿cómo podemos enfrentarnos a este enemigo? ¿De qué manera podemos aislarlo, combatirlo y derrotarlo? ¿Incluye el Modernismo el avance de las ciencias experimentales? ¿Qué aspectos del progreso habría que conservar? Este dilema sigue sin resolverse, cien años después.

Recientemente, el Dr. Taylor Marshall comentaba que el Arrianismo, como todas las demás herejías, fue derrotado con una simple pregunta:
¿Crees en la consustancialidad? 
Una vez que el dogma fue definido en el Concilio de Nicea, y el Concilio de Constantinopla se armó de determinación para imponerlo, no fue difícil aislar la herejía y sacarla a la luz. Incapaz de ocultarse, se desvaneció de la noche a la mañana.

El Dr. Marshall lamentaba que no existía una pregunta equivalente para identificar la amenaza de nuestro tiempo; esta hidra, este monstruo de diez cabezas y doce cuernos, esta síntesis de todas las herejías.

Pero una vez que comprendemos que el feminismo, la identidad de género, el aborto, la eutanasia, la eugenesia, la desintegración familiar, la degradación litúrgica, el abandono de la fe, la globalización, la destrucción de las raíces cristianas de Occidente, y todos los demás males de nuestro tiempo tienen un solo origen, que es la negación del Génesis, hemos encontrado el cuerpo que se ocultaba en las aguas del pantano. Ya podemos arrojar luz sobre la hidra para verla en su conjunto. La pregunta es muy sencilla:
"¿Crees en la creación simul ex nihilo?"
Algún día, cuando la Santa Madre Iglesia declare el dogma de la creación especial de Adán y Eva, el que responda negativamente a esta pregunta será identificado como hereje y excomulgado. Los perros del infame Acteón se volverán contra su dueño, la dictadura secular se colapsará, y la regeneración de la civilización cristiana podrá comenzar.

 

Notas y Referencias

[1] San Antonio María Claret y Clará. Catecismo de la doctrina cristiana: explicado y adaptado a la capacidad de los niños. Librería Religiosa, Barcelona 1862, pág. 403. Lección décima: “Del Sacramento del Orden”.

[2] En 1998, el entonces Cardenal Ratzinger declaró en un número de la revista Inside the Vatican que el tercer mensaje de Fátima es "esencialmente el mismo" que el mensaje de Akita. Por lo tanto, es innegable que la jerarquía eclesiástica tiene una grave responsabilidad en la crisis de nuestro tiempo. Sin embargo, se han escrito cientos de libros al respecto, y en nuestro trabajo queremos ofrecer un nuevo punto de vista, que es compatible y complementario con el anterior: la responsabilidad de los fieles en su conjunto, algo de lo que raramente se habla.

[3] Cho, A: A Singular Conundrum: How odd is our universe? Science 317:1848-1850, 28 Sept 2007.

[4] No puedo evitar ver el paralelismo entre la evolución de la ciencia moderna y la manera en la que la liturgia del Novus Ordo ha conseguido reemplazar a la tradicional.

[5] Santo Tomás: Summa Theologica, Parte I, Cuestión 73, artículo 1, respuesta a la segunda objeción.

[6] Santo Tomás: Summa Theologica, Parte I, Cuestión 73, artículo 1, corpus.

[7] Concilio de Trento, Sesión IV, 8 de abril, 1564. history.hanover.edu/texts/trent/ct04.html

[8] Con el sacrificio de dos animales, de los cuales obtiene la piel para tapar a Adán y Eva, Dios prepara al pueblo de Israel para que entienda que los sacrificios de animales no redimirán sus pecados, sólo los taparán para evitar su vergüenza, una prórroga hasta la llegada del Cristo, el único que será capaz, por sus méritos infinitos como Dios y como hombre, de redimir la ofensa infinita del hombre contra Dios.

[9] Cf. MISSALE ROMANUM, ex decreto sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum, editio typica tertia, día 20 de abril del 2000, Typis Vaticanis, 2002, Missa votiva de Dei misericordia, oratio super oblata, p. 1159.

[10] San Ignacio a los Efesios, 2.20.

Agradecimientos

A Hugh Owen, director del Kolbe Center, por su amabilidad y su valiosa contribución.

Al Dr. Taylor Marshall, por inspirar la estructura de este trabajo.

A Timothy Gordon, por animarme a rezar al Espíritu Santo cuando no veía la forma de deshacer el nudo gordiano.


Que Dios los bendiga a todos, y el Espíritu Santo nos ilumine hacia la verdad.

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